Uno de los mitos más estables en la historia de la cosmonáutica es el siguiente: Gagarin no fue el primer hombre y Valentina Tereshkova la primera mujer en ser lanzados al cosmos. Según este mito, habría tenido 11 antecesores, pero todos los vuelos fracasaron y los cosmonautas murieron, por eso la URSS prefirió ocultar esta información y mantuvo en secreto todo lo referente al tema.
Esta leyenda fue construida en Occidente durante la Guerra Fría, cuando la URSS informaba muy pobremente al exterior sobre sus logros científicos en el proceso de exploración espacial (lo cual era bastante lógico en aquella atmósfera de competición entre las dos potencias mundiales). Los nombres de los cosmonautas y los ingenieros se ocultaban y tan solo se podían encontrar en la prensa los nombres de algunos pilotos e ingenieros de pruebas que testaban la maquinaria y aparatos. No es sorprendente que algunos de estos apellidos aparecieran en la lista elaborada por periodistas occidentales de cosmonautas supuestamente fallecidos.
La primera ocasión en la que se presentaron acusaciones contra la URSS por encubrimiento de datos sobre sus fracasos fue antes del vuelo de Gagarin. El 4 de febrero 1961 se realizó la primera prueba de lanzamiento de una sonda espacial a Venus. El experimento fracasó. El mismo día dos hermanos italianos Achille y Giovanni Judica-Cordiglia denunciaron que habían logrado captar una señal de radio y oír el latido de corazón y la respiración entrecortada de un cosmonauta soviético agonizando. El diario italiano Corriere della Sera publicó en 1965 un artículo dedicado a otros casos supuestamente observados por los hermanos italianos: el 28 de noviembre 1961 oyeron señales en alfabeto Morse (petición de ayuda en inglés); el 16 de mayo de 1961 captaron habla embrollada de una cosmonauta rusa; el tercer caso tuvo lugar el 15 de mayo de 1962, cuando fueron grabadas las conversaciones de 3 cosmonautas rusos (dos hombres y una mujer), muriendo en el cosmos (en aquella grabación se podía oír: "Las condiciones empeoran... ¿Por qué no respondéis? La velocidad cae... El mundo nunca va a saber de nosotros").
En total, en el periodo entre 1957 y abril de 1961 la prensa extranjera recogió 10 casos de fallecimientos de cosmonautas soviéticos y 1 caso de herida grave. Más tarde siguieron publicándose supuestos nuevos materiales sobre estos casos.
La parte soviética no comentaba estos hechos. Más tarde los investigadores soviéticos y rusos probaron la inconsistencia de cada uno de los casos mencionados en la prensa extranjera (en algunos hechos los cohetes fueron lanzados sin tripulación, en otros hechos los apellidos aparecidos en los artículos en realidad se referían al personal de prueba y no a los cosmonautas, etc).
Se debe mencionar que los mitos sobre cosmonautas sacrificados en aras de la ciencia no solo aparecieron en el extranjero. En la misma URSS circulaban historias sobre los tiempos de Stalin, cuando hubo tentativas de lanzamiento de cohetes con cosmonautas, en los que se habrían utilizado reclusos de los campos de trabajo. La base para estas especulaciones existía: en 1946 se elaboró el proyecto del cohete pilotado VR-190 para alcanzar altura suborbital y al comienzo de los años 50 se realizaron pruebas del misil de crucero AS-1 Kennel (o KS-1 Komet). Las filtraciones de información sobre estos dos proyectos podría haber provocado las especulaciones sobre crueles funcionarios soviéticos que, supuestamente, habrían mandado a los detenidos a la muerte segura en la cabina de un cohete experimental.
Este mito ricibió una interpretación original en un falso documental llamado Los primeros en la Luna (2005), de Alexéi Fedórchenko. El director crea la ilusión completa de que es una historia documental, construida a base de fragmentos de las crónicas de aquella época. No es sorprendente que la película suscitara agitadas discusiones entre público: para los especialistas de la industria espacial esta obra constituía una ofensa, a los amantes de ficción científica los entretuvo y, lo que es más importante, la película convenció a mayoría de los espectadores —los antiguos ciudadanos de la URSS— de que todo lo mencionado en la obra era cierto.
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